sábado, 20 de diciembre de 2008

Hay una serpiente en mi sala

Hay una serpiente en mi sala. Está enroscada en el suelo y tiene una actitud amenazante. Su color es verde. La veo por todas partes con cautela. Creo que ella me vigila también. La serpiente se mueve de un lado al otro por el suelo: a veces está bajo la mesa de la sala; otras, sale por abajo de una silla. Finalmente, me parece que ya he visto suficientemente al reptil y que no debería tentarlo más. Levanto a mi perro para que no lo muerda y cierro la puerta plegable de mi cocina. La puerta debió golpear a la serpiente, pues ésta arremete violentamente contra ella, inyectando sus venenosos colmillos y haciendo un horrible siseo. Me asomo para verla y veo que tiene pequeñas púas erizadas a lo largo de su cuerpo. Mis hermanos escuchan el siseo de la víbora y bajan a ver qué pasa. Mi hermano planea atrapar a la serpiente y le digo que me espere para ir por algo en dónde meterla. Vemos de pronto moverse otra pequeña serpiente a una gran velocidad por toda la sala. Quizás una cría de la víbora mayor. Ésta se mueve tan rápido que uno diría que no se arrastra sino que vuela. Logro atraparla y, mientras la sostengo, chupo su cabeza. Me preocupa haberme tragado el veneno. La encierro en una pequeña caja metálica de colo rojo. Regreso y me parece que mi hermano ya ha atrapado a la víbora más grande y la ha metido en un saco. No me acuerdo que le hacemos despúes a la bolsa.

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